Durante seis años, el licenciado en Antropología de la Universidad de Buenos Aires Alejandro Goldberg vivió en Barcelona. Cinco de ellos en el casco antiguo, la Ciutat Vella, donde más del 40% de la población es inmigrante. "Fui a hacer un posgrado y solía moverme por rincones de los barrios del Raval, El Gótico y la Ribera-Par de la Ciutadella. He conocido las caras de argelinos, no marroquíes, que laburan robando a los turistas. En cinco años me robaron cuatro bicicletas; en Buenos Aires, una sola en 25 años. Pero es una minoría, y esto no puede llevar a creer que todos los inmigrantes son delincuentes..., salvo que haya otra intención", explica. El miércoles último Goldberg presentó su libro Tú, sudaca, un estudio sobre la inmigración en España y su significado, en particular el caso argentino.
–¿Cómo es España?
–Es el país con más variedad étnica, cultural y lingüística de la Unión Europea; Galicia, el País Vasco, Cataluña, Andalucía, etcétera. Al mismo tiempo, hasta 1982, cuando entró en la UE, seguía recibiendo créditos para países en vías de desarrollo. Hasta los años 70 no había Facultad de Odontología, los dentistas eran médicos. En parte, eso explica el éxito de los odontólogos argentinos que se radicaron en España. En cuanto al interés por Barcelona, donde reside la mayoría de los inmigrantes argentinos, desde la época de los fenicios fue una ciudad abierta, multicultural. Su proximidad con Francia hizo que recibiera una fuerte influencia de París.
–¿Y la inmigración argentina?
–A grandes rasgos es posible distinguir tres etapas en los movimientos migratorios de argentinos: de 1976 a 1983, en su mayoría exiliados por la dictadura militar. De 1989 a 1992, escapando de la hiperinflación, y desde diciembre de 2001 hasta hoy, como consecuencia del quiebre del sistema financiero, la devaluación del peso, la profundización de la pobreza y la desocupación, y la extensión de la delincuencia y la violencia.
–¿Cómo nos ven los españoles?
–En un estudio realizado por el Centro de Investigaciones Sociológicas de España, en noviembre de 2003 y publicado en el diario El País, se lee que para el 73,5% de los españoles consultados los argentinos eran los ciudadanos extranjeros que despertaban mayor simpatía, proximidad, similitudes y preferencias. También que Argentina es, de todos los países latinoamericanos, el que consideran más similar a España, más amigo, al que llegado el caso querrían ir a vivir y por el que sienten más simpatía.
–¿Es ésa la realidad?
–La inmigración que llegó a partir de 2002 tiene una actitud muy positiva, busca un mejoramiento personal pero, al mismo tiempo, tiene mucho que aportar. Hay argentinos en todas partes, por ejemplo son excelentes diseñadores gráficos, y a ellos se debe el emblema de los Juegos Olímpicos. Si uno va a un negocio de moda, ¿quién lo atiende? Una chica argentina; son insustituibles. Son famosos los psicólogos, pero incluso han introducido oficios que no existían, como profesores de yoga.
–¿Siempre es así?
–Bueno (ríe), al llegar en 2002, algunos alteraron la calidad de las estatuas vivientes que pueblan la rambla de Barcelona. No en todos los casos: había recién llegados muy serios, pero a veces se notaba el arribo de la picardía criolla, porque de pronto aparecían estatuas de Mickey Mouse o de un Zorro que habían comprado su atuendo en un cotillón.
–¿Cuál es esa otra intención de la que hablaba al principio?
–Es que hay un doble discurso. Por un lado se advierte sobre el peligro que significan las inmigraciones, porque degradan el estilo de vida y la tradición del país. Pero la realidad es que el proyecto de España como país no es viable sin las inmigraciones. Según un informe de las Naciones Unidas, para mantener los niveles de desarrollo y bienestar actuales hasta 2020, la Unión Europea necesita que ingresen 50 millones de inmigrantes. Es decir que la inmigración cumple una función, es necesaria como mano de obra y para que no descienda la cantidad de habitantes. Hay pocos nacimientos y las poblaciones europeas tienen un gran envejecimiento. Además, España siempre fue un país de emigrantes. Incluso en Bruselas hay un barrio español, y hasta 2003 era mayor la cantidad de gente que se iba que la que llegaba. Recuerdo una pintada que vi en un mercado en la Ciudad Vieja. Decía: Ignorante, tu abuelo también fue emigrante. Con nosotros, España hizo un gran negocio.
–¿Cuál?
–Reflexione sobre esto: entre fines del siglo XIX y principios del XX, España nos envió una inmigración campesina, muy pobre y de escaso nivel cultural. Algunas generaciones más tarde, nosotros enviamos una inmigración con gente de clase media, buen nivel cultural, emprendedora, reclutada en las ciudades más importantes del país. ¡Y todo eso sin poner un peso!
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