Le he dedicado las últimas semanas a un proyecto singular: la relectura de parte de la literatura norteamericana desde la perspectiva de la inmigración. La pregunta que me mueve es en qué medida los inmigrantes han forjado esa literatura como escritores (ni hablar de cómo personajes).
Lo que he descubierto me tiene maravillado. Imaginemos los Diarios de Cristóbal Colón como el primer texto de la serie. ¿Acaso no es el almirante genovés el primer inmigrante a estas tierras? Es cierto que los Estados Unidos no existía en 1492. Y también es cierto que si la definición de “inmigrante” es aquél que se muda de una región geográfica a otro por razones económicas, políticas, sociales o culturales, Colón regresó a España y aunque volvió a cruzar el Atlántico, nunca se quedó de este lado. Sin embargo, bien podría caber en la categoría del inmigrante temporal.
A Colón lo siguen españoles como Alvar Núñez Cabeza de Vaca y Fray Junípero Serra, y, por supuesto, colonos como John Smith y William Bradford. Lo mismo esclavos como Ayuba Suleiman Diallo y Phillis Wheatley. ¿Acaso los colonos puritanos y esclavos negros no son inmigrantes?
De ahí en adelante, la lista es menos polémica. Incluye al ecologista haitiano John James Audubon, al político germánico Carl Schurz, al fotoperiodista danés Jacob Riis, al editor judío Abraham Cahan, al obrero italiano mártir Bartolomeo Vanzetti, al comediante inglés Charlie Chaplin y al ruso Vladimir Nabokov, a los puertorriqueños Julia de Burgos, Jesús Colón y Bernardo Vega, a los creadores de Superman Joseph Shuster y Jerome Siegel, al sobreviviente del Holocausto Elie Wiesel y al catedrático palestino Edward Said, a la dominicana Julia Alvarez, el coreano Chang-rae Lee y la hindú-británica Jhumpa Lahiri.
¿Quién dice que haber nacido con otra lengua prohíbe dominar el inglés a grado tal que posibilita la creación de una obra maestra? ¿No es ese el sueño de todo artista? Si bien no todos los inmigrantes a los Estados Unidos vienen de otras lenguas, todos vienen de otras partes.
Recomiendo este ejercicio de lectura a quienes piensan que el inmigrante es un parásito. Yo más bien diría que un testigo, una brújula y un espejo.
Lo que he descubierto me tiene maravillado. Imaginemos los Diarios de Cristóbal Colón como el primer texto de la serie. ¿Acaso no es el almirante genovés el primer inmigrante a estas tierras? Es cierto que los Estados Unidos no existía en 1492. Y también es cierto que si la definición de “inmigrante” es aquél que se muda de una región geográfica a otro por razones económicas, políticas, sociales o culturales, Colón regresó a España y aunque volvió a cruzar el Atlántico, nunca se quedó de este lado. Sin embargo, bien podría caber en la categoría del inmigrante temporal.
A Colón lo siguen españoles como Alvar Núñez Cabeza de Vaca y Fray Junípero Serra, y, por supuesto, colonos como John Smith y William Bradford. Lo mismo esclavos como Ayuba Suleiman Diallo y Phillis Wheatley. ¿Acaso los colonos puritanos y esclavos negros no son inmigrantes?
De ahí en adelante, la lista es menos polémica. Incluye al ecologista haitiano John James Audubon, al político germánico Carl Schurz, al fotoperiodista danés Jacob Riis, al editor judío Abraham Cahan, al obrero italiano mártir Bartolomeo Vanzetti, al comediante inglés Charlie Chaplin y al ruso Vladimir Nabokov, a los puertorriqueños Julia de Burgos, Jesús Colón y Bernardo Vega, a los creadores de Superman Joseph Shuster y Jerome Siegel, al sobreviviente del Holocausto Elie Wiesel y al catedrático palestino Edward Said, a la dominicana Julia Alvarez, el coreano Chang-rae Lee y la hindú-británica Jhumpa Lahiri.
¿Quién dice que haber nacido con otra lengua prohíbe dominar el inglés a grado tal que posibilita la creación de una obra maestra? ¿No es ese el sueño de todo artista? Si bien no todos los inmigrantes a los Estados Unidos vienen de otras lenguas, todos vienen de otras partes.
Recomiendo este ejercicio de lectura a quienes piensan que el inmigrante es un parásito. Yo más bien diría que un testigo, una brújula y un espejo.
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