sábado, 24 de noviembre de 2007

España no se atreve seguir a Europa en política contra la inmigración

El problema de la inmigración se ha convertido en la mayoría de países de Europa en un tema central del debate político. Sin embargo en España, principal país europeo receptor de inmigrantes, los más importantes partidos políticos evitan entrar en este debate. Una anomalía que se une al hecho de que esta inhibición no se traduce, -como ha sucedido en el resto de Europa- en el surgimiento de un partido de éxito que tenga como principal mensaje la limitación y control de la inmigración.

En Francia el debate fue introducido por Le Pen y su Front National, pero el mismo Sarkozy ha hecho suyos muchos de los postulados que Le Pen venía defendiendo durante años. Y es que, a diferencia de lo que sucede en España, tanto en Francia, como en Austria y ahora en Alemania y Gran Bretaña, en Europa se están dando cuenta de que los beneficios que para la economía puede implicar la llegada masiva de inmigrantes no compensan los gastos que ocasionan y los problemas de seguridad e integración que provocan.

Sin ir más lejos, en Inglaterra, el gobierno laborista acaba de reconocer que se le había “olvidado” contabilizar unos 300.000 inmigrantes en las estadísticas del mercado laboral. Olvido que le ha valido al ejecutivo la acusación de regularización masiva de ilegales. El caso es que el dato hecho público por el gobierno británico ha hecho que se alcen las voces que exigen la limitación de la inmigración, ya que consideran que la inmigración masiva a la larga supone un colapso de los servicios públicos y compromete la capacidad de los mecanismos de protección policial

Después de que el presidente Sarkozy en Francia diese el primer paso adelante, los conservadores británicos han abierto el debate sobre la limitación de la emigración. En España por el contrario seguimos usando la táctica del avestruz y escondemos la cabeza evitando adoptar medidas para la limitación de la presencia de inmigrantes en nuestro país, manteniendo el suicida discurso multiculturalista, que el PP aún no se atreve a atacar directamente proponiendo medidas contra la inmigración, por miedo a ser acusados de xenófobos y racistas. Un complejo que nos puede costar muy caro.

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