La desaceleración de la economía amenaza con aumentar las dificultades para los que arriban al país en busca de empleo.
MADRID.- Con sus cuatro terminales y su conglomerado de pistas, el aeropuerto de Barajas, el más grande del país, sigue siendo la principal vía de entrada.
Pero España podría ya no ser el paraíso para los inmigrantes que aterrizan con la ilusión de poner un pie en un futuro mejor, dentro del Primer Mundo.
Lejos de eso, según datos coincidentes, la desaceleración económica española los podría convertir en víctimas de primera línea en el esfuerzo por conseguir un empleo y subsistir.
La industria de la construcción, motor de la economía en los últimos diez años y gran generador de empleo para inmigrantes, se frena sin remedio.
Un informe del Ministerio de Trabajo, conocido anteayer, indica que casi el 43% de los desempleados de ese sector tienen pocas o muy pocas posibilidades de hallar trabajo.
Del otro lado, asociaciones de inmigrantes hablan ya de "largas caminatas" para encontrar un puesto en una obra en construcción.
La cuestión se repite en otros frentes -como el de servicios primarios y gastronomía- y cala en las autoridades. Tanto que, pasados los comicios en los que fue reelegido José Luis Rodríguez Zapatero y con una guerra de deportaciones abierta con Brasil, el gobierno emite mensajes a favor de una disminución de las llegadas.
"Es el primer paso hacia una política de endurecimiento que ya da señales", dicen quienes trabajan con inmigrantes. Uno de los primeros en franquearse fue el vicepresidente y ministro de Economía, Pedro Solbes.
En su primera entrevista formal tras el triunfo socialista en las elecciones de hace dos semanas, el hombre fuerte de la economía confió en que la inquietante suba del desempleo se serene si, "como parece razonable, se atenúan las corrientes migratorias de los últimos años".
La clave, para el ministro, está allí. Pero de lo que no se habla -no, al menos, en voz alta- es de "cómo" producir esa reducción de la inmigración de la que habla Solbes.
En su entorno trataron de quitarle gravedad al tema. Y confían en que la "reducción" sea "natural". Dicho de otro modo: consideran razonable pensar que, al haber menos empleo, sean los propios inmigrantes los que dejen de ir a España.
El problema es que, al menos hasta ahora, quienes huyen de la desesperación y ponen proa hacia España en busca de futuro son los últimos en enterarse de la expectativa de una "reducción natural" de la inmigración. Y del cambio de ciclo económico y, con ese desconocimiento, el problema podría ser mayor de lo que se admite. En campaña, el ministro de Trabajo, Jesús Caldera, cifró en 200.000 la cantidad de trabajadores sin papeles.
Anteayer, un informe avalado por el gobernante Partido Socialista Obrero Español (PSOE) cifró en más de un millón el número de trabajadores extranjeros en condición irregular y en riesgo. "Hay más de un millón de trabajadores afectados por problemas de irregularidad laboral", sentenció el Informe sobre condiciones laborales de los trabajadores inmigrantes en España , elaborado, entre otros, por expertos de la Fundación Sistema, cercana al partido del gobierno.
El documento añade que, como consecuencia de las crecientes dificultades económicas, "una parte significativa de la población inmigrante se encuentra atrapada en una red de precariedad extrema".
Fenómeno distintivo
Atraída por dos lustros de prosperidad, la inmigración es un fenómeno distintivo de la España del comienzo de milenio. La tasa de extranjeros alcanzó al 10% de la población de 44 millones de habitantes.
Ante los signos de desaceleración económica, el derechista Partido Popular (PP), la segunda formación política del país, convirtió a la inmigración en uno de sus ejes de campaña.
El gesto tomó por sorpresa al PSOE, que, entre descalificaciones por "racismo y xenofobia" contra sus adversarios, pidió sacarlo de agenda para no "ofender la sensibilidad de los extranjeros".
Superada la cita electoral, el debate vuelve por sus anchas. Desde agrupaciones sindicales se señala abiertamente la necesidad de empezar a poner freno por algún lado.
"Es necesario modificar el cupo anual de contrataciones de inmigrantes y, sobre todo, contemplar a la familia que viene con el trabajador. Porque esa reagrupación familiar es también fuerza de trabajo que termina acabando con el mercado laboral", dijo el responsable de Migraciones de la central sindical Comisiones Obreras, Julio Ruiz.
¿Qué lugar ocupa la inmigración argentina en todo esto? Los datos oficiales confirman que, con menos intensidad que en el estallido de la llamada "crisis del corralito", la corriente migratoria se mantiene.
Los últimos datos de afiliación al sistema de Seguridad Social (de febrero) hablan de más de 50.000 argentinos inscriptos. Pero son sólo la punta del iceberg, porque buena parte de los inmigrantes de nuestro país se pierden por completo para la estadística ya que, al tener doble ciudadanía, pasan a ser contabilizados como españoles y no como argentinos, por mucho que sigan diciendo: "Che, ¡qué suerte que viniste!".
Por Silvia Pisani
Corresponsal en España
MADRID.- Con sus cuatro terminales y su conglomerado de pistas, el aeropuerto de Barajas, el más grande del país, sigue siendo la principal vía de entrada.
Pero España podría ya no ser el paraíso para los inmigrantes que aterrizan con la ilusión de poner un pie en un futuro mejor, dentro del Primer Mundo.
Lejos de eso, según datos coincidentes, la desaceleración económica española los podría convertir en víctimas de primera línea en el esfuerzo por conseguir un empleo y subsistir.
La industria de la construcción, motor de la economía en los últimos diez años y gran generador de empleo para inmigrantes, se frena sin remedio.
Un informe del Ministerio de Trabajo, conocido anteayer, indica que casi el 43% de los desempleados de ese sector tienen pocas o muy pocas posibilidades de hallar trabajo.
Del otro lado, asociaciones de inmigrantes hablan ya de "largas caminatas" para encontrar un puesto en una obra en construcción.
La cuestión se repite en otros frentes -como el de servicios primarios y gastronomía- y cala en las autoridades. Tanto que, pasados los comicios en los que fue reelegido José Luis Rodríguez Zapatero y con una guerra de deportaciones abierta con Brasil, el gobierno emite mensajes a favor de una disminución de las llegadas.
"Es el primer paso hacia una política de endurecimiento que ya da señales", dicen quienes trabajan con inmigrantes. Uno de los primeros en franquearse fue el vicepresidente y ministro de Economía, Pedro Solbes.
En su primera entrevista formal tras el triunfo socialista en las elecciones de hace dos semanas, el hombre fuerte de la economía confió en que la inquietante suba del desempleo se serene si, "como parece razonable, se atenúan las corrientes migratorias de los últimos años".
La clave, para el ministro, está allí. Pero de lo que no se habla -no, al menos, en voz alta- es de "cómo" producir esa reducción de la inmigración de la que habla Solbes.
En su entorno trataron de quitarle gravedad al tema. Y confían en que la "reducción" sea "natural". Dicho de otro modo: consideran razonable pensar que, al haber menos empleo, sean los propios inmigrantes los que dejen de ir a España.
El problema es que, al menos hasta ahora, quienes huyen de la desesperación y ponen proa hacia España en busca de futuro son los últimos en enterarse de la expectativa de una "reducción natural" de la inmigración. Y del cambio de ciclo económico y, con ese desconocimiento, el problema podría ser mayor de lo que se admite. En campaña, el ministro de Trabajo, Jesús Caldera, cifró en 200.000 la cantidad de trabajadores sin papeles.
Anteayer, un informe avalado por el gobernante Partido Socialista Obrero Español (PSOE) cifró en más de un millón el número de trabajadores extranjeros en condición irregular y en riesgo. "Hay más de un millón de trabajadores afectados por problemas de irregularidad laboral", sentenció el Informe sobre condiciones laborales de los trabajadores inmigrantes en España , elaborado, entre otros, por expertos de la Fundación Sistema, cercana al partido del gobierno.
El documento añade que, como consecuencia de las crecientes dificultades económicas, "una parte significativa de la población inmigrante se encuentra atrapada en una red de precariedad extrema".
Fenómeno distintivo
Atraída por dos lustros de prosperidad, la inmigración es un fenómeno distintivo de la España del comienzo de milenio. La tasa de extranjeros alcanzó al 10% de la población de 44 millones de habitantes.
Ante los signos de desaceleración económica, el derechista Partido Popular (PP), la segunda formación política del país, convirtió a la inmigración en uno de sus ejes de campaña.
El gesto tomó por sorpresa al PSOE, que, entre descalificaciones por "racismo y xenofobia" contra sus adversarios, pidió sacarlo de agenda para no "ofender la sensibilidad de los extranjeros".
Superada la cita electoral, el debate vuelve por sus anchas. Desde agrupaciones sindicales se señala abiertamente la necesidad de empezar a poner freno por algún lado.
"Es necesario modificar el cupo anual de contrataciones de inmigrantes y, sobre todo, contemplar a la familia que viene con el trabajador. Porque esa reagrupación familiar es también fuerza de trabajo que termina acabando con el mercado laboral", dijo el responsable de Migraciones de la central sindical Comisiones Obreras, Julio Ruiz.
¿Qué lugar ocupa la inmigración argentina en todo esto? Los datos oficiales confirman que, con menos intensidad que en el estallido de la llamada "crisis del corralito", la corriente migratoria se mantiene.
Los últimos datos de afiliación al sistema de Seguridad Social (de febrero) hablan de más de 50.000 argentinos inscriptos. Pero son sólo la punta del iceberg, porque buena parte de los inmigrantes de nuestro país se pierden por completo para la estadística ya que, al tener doble ciudadanía, pasan a ser contabilizados como españoles y no como argentinos, por mucho que sigan diciendo: "Che, ¡qué suerte que viniste!".
Por Silvia Pisani
Corresponsal en España
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