El camerunés Mavie Mback podría representar perfectamente la ‘cara alegre’ de la inmigración, de la que no se habla muy frecuentemente pero que también existe, y a la que de vez en cuando es conveniente hacer referencia, para así evitar tópicos.
A priori, puede que su historia no sea de lo más extraordinaria, pero el desarrollo en sí resulta original. Este chico de 24 años llegó a Melilla el 14 de febrero del año pasado, buscando asilo, debido a la discriminación que estaba sufriendo en su país. Tras dejar Camerún no logró llegar a Melilla hasta pasados cinco meses, “y no fue tanto tiempo, porque hay gente que lo hace casi en cinco años”, explicó a El Faro. Durante este tiempo estuvo viajando hasta que logró ‘saltar la valla’, hecho que casi le hace perder la vida. “Esa alambrada no va a impedir buscar una vida mejor, no es tan peligrosa, solamente un camino que vas a cruzar”,señaló convencido.
Aun así, reconoció que no es fácil olvidar los tres meses que pasó en la enfermería del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes. Sin embargo mientras se encontraba hospitalizado aprovechó para aprender castellano, idioma que habla a la perfección. “Se trata de tener ganas”, afirmó.
Posteriormente, y tras casi seis meses en la ciudad se pudo trasladar a Valencia, donde se encuentra desde hace ocho meses. Allí trabaja de ayudante de taller en la empresa SeteMar, con unas 300 personas más, y aunque confesó “estar a gusto”, volvió a Melilla el pasado miércoles y se va hoy. “Me gustaría hacerlo cada cierto tiempo”, afirmó, y aclaró que “son muchos amigos los que tengo aquí”. De hecho, citó a uno de sus compañero del CETI, que todavía se encuentra en este centro, y a diversos trabajadores del lugar, para los que sólo tiene palabras de agradecimiento. “Nunca olvidaré pequeños gestos que tuvieron cuando me encontraba en la enfermería”, afirmó.
Respecto a su vida en España, se mostró totalmente positivo. “Estoy trabajando y evolucionando”, dijo, y matizó que “lo fácil no me gusta”. De todas formas, reconoció que hay cierta discriminación, lo cual tampoco le preocupa especialmente, ya que “nunca te voy a pedir que me aceptes, no voy a forzar nada”.
En este sentido, insistió en que “cada uno tiene derecho de elegir, no voy a forzar a nadie a que hable conmigo”. Sin embargo,su actitud es totalmente integradora. “Siempre que me pidan ayuda la voy a dar”, dijo, y agregó que “también hubo gente que lo hizo conmigo”.
En esta cuestión puede que también tengan que ver sus creencias, ya que se declaró “católico convencido”, e insistió en que “lo único que me importan son las personas”. También puede que influya en la poca importancia que según sus propias palabras le da al dinero. “Solamente me importan las personas”, apuntó.
En cuanto a África, rechaza abiertamente volver, debido a que “es otra historia”, y no existe ningún tipo de derecho. De ahí que tenga muy claro que su lugar está en España, y que hará todo lo posible para adaptarse a la cultura del país.
A priori, puede que su historia no sea de lo más extraordinaria, pero el desarrollo en sí resulta original. Este chico de 24 años llegó a Melilla el 14 de febrero del año pasado, buscando asilo, debido a la discriminación que estaba sufriendo en su país. Tras dejar Camerún no logró llegar a Melilla hasta pasados cinco meses, “y no fue tanto tiempo, porque hay gente que lo hace casi en cinco años”, explicó a El Faro. Durante este tiempo estuvo viajando hasta que logró ‘saltar la valla’, hecho que casi le hace perder la vida. “Esa alambrada no va a impedir buscar una vida mejor, no es tan peligrosa, solamente un camino que vas a cruzar”,señaló convencido.
Aun así, reconoció que no es fácil olvidar los tres meses que pasó en la enfermería del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes. Sin embargo mientras se encontraba hospitalizado aprovechó para aprender castellano, idioma que habla a la perfección. “Se trata de tener ganas”, afirmó.
Posteriormente, y tras casi seis meses en la ciudad se pudo trasladar a Valencia, donde se encuentra desde hace ocho meses. Allí trabaja de ayudante de taller en la empresa SeteMar, con unas 300 personas más, y aunque confesó “estar a gusto”, volvió a Melilla el pasado miércoles y se va hoy. “Me gustaría hacerlo cada cierto tiempo”, afirmó, y aclaró que “son muchos amigos los que tengo aquí”. De hecho, citó a uno de sus compañero del CETI, que todavía se encuentra en este centro, y a diversos trabajadores del lugar, para los que sólo tiene palabras de agradecimiento. “Nunca olvidaré pequeños gestos que tuvieron cuando me encontraba en la enfermería”, afirmó.
Respecto a su vida en España, se mostró totalmente positivo. “Estoy trabajando y evolucionando”, dijo, y matizó que “lo fácil no me gusta”. De todas formas, reconoció que hay cierta discriminación, lo cual tampoco le preocupa especialmente, ya que “nunca te voy a pedir que me aceptes, no voy a forzar nada”.
En este sentido, insistió en que “cada uno tiene derecho de elegir, no voy a forzar a nadie a que hable conmigo”. Sin embargo,su actitud es totalmente integradora. “Siempre que me pidan ayuda la voy a dar”, dijo, y agregó que “también hubo gente que lo hizo conmigo”.
En esta cuestión puede que también tengan que ver sus creencias, ya que se declaró “católico convencido”, e insistió en que “lo único que me importan son las personas”. También puede que influya en la poca importancia que según sus propias palabras le da al dinero. “Solamente me importan las personas”, apuntó.
En cuanto a África, rechaza abiertamente volver, debido a que “es otra historia”, y no existe ningún tipo de derecho. De ahí que tenga muy claro que su lugar está en España, y que hará todo lo posible para adaptarse a la cultura del país.
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