En las cocinas de casas y restaurantes madrileños se gesta, día a día, una silenciosa revolución. La tradición culinaria de la Península se fusiona poco a poco con la sazón y los secretos gastronómicos de las manos latinoamericanas.
El camino es de doble vía: miles de extranjeros que viven en España adaptan paulatinamente sus gustos, costumbres y horarios a las exigencias de la mesa española.
4 519 554 extranjeros residen en la Península, según el último censo del 2007. Esto representa un 9,1% de la población total. La
mayoría proviene de América Central, América del Sur, África y la antigua Europa del Este.
Los ecuatorianos, solo en Madrid, suman 155 000. En España hay 415 328 compatriotas que residen de forma legal.
La transformación de los hábitos alimentarios de estas personas, tras los años de vida en un país distinto, ha sido tema de estudio en la Península. Hace menos de un mes vio la luz la última investigación, llevada a cabo por Nielsen y difundida por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación español. A través de 723 entrevistas a inmigrantes de colectivos de América Central y del Sur, África, Europa y Asia, se indagaron en aspectos como: el número de comidas establecidas, el horario, los ingredientes, la forma de preparación, las marcas preferidas a la hora de comprar alimentos y, sobre todo, la transformación de las costumbres alimenticias.
Para la investigación, los colectivos de América Central y del Sur fueron agrupados en uno solo y representaron el 28% de la muestra, con Ecuador a la cabeza (10%).
Los cambios en los horarios y la importancia que se da a cada comida del día, el reemplazo de ciertos alimentos, son algunas de las revelaciones del estudio. Un denominador común entre los extranjeros que viven en España fue que el desayuno perdió importancia como principal comida del día.
El contenido también varió para muchos: la leche, el café o las infusiones, acompañados con bollería o pan, reemplazaron, al menos en el caso de los ecuatorianos, al huevo, el jugo de fruta natural o incluso comidas más sustanciosas, a primera hora. Bélgica Rosales, guayaquileña, de 35 años, con 14 de vida en Madrid, se ha olvidado ya del “café, con pan, huevo, bolón o plátano” y los ha reemplazado por los cereales, la leche desnatada y el café con leche. “Ya no se come tampoco el ‘calentado’ de arroz con menestra o carne”.
Los hábitos de los inmigrantes, en relación al almuerzo, también ha cambiado. En días laborables, la mayoría de españoles –y ahora sus nuevos vecinos- no come antes de las 14:00. Excepto los inmigrantes asiáticos que almuerzan antes de las 13:00, el resto (hasta en un 41%, según el estudio), almuerza a las 14:00 y las 15:00.
“Esto tiene que ver también con las jornadas de trabajo”, dice la chef ecuatoriana alemana Steffi Kustermann. “Muchos ya no comen como allá: primero sopa, segundo arroz con carne y ensalada, postre, jugo o cola. Aquí la comida varía según la estación y se come primero algo ligero, como una ensalada y luego la carne sola o acompañada con papas”.
También, el número de comidas varía: a los desayunos, almuerzos y cenas “se suman las meriendas, aperitivos o bocadillos (sándwichs) a media mañana o media tarde”, explica Kustermann.
La tortilla de patatas, el aceite de oliva, las ensaladas… son los invitados frecuentes en las mesas de los ecuatorianos que viven en España. Pero el pan es, quizás, el complemento más popular en la Península y, poco a poco, también entre los inmigrantes. Las barras de baguette o de ‘chapata’ se venden en todas partes y nunca faltan en las casas y restaurantes.
Según la investigación, la gente proveniente de América Central y del Sur consume pan en un 85% respecto a sus hábitos anteriores.
“La comida es más liviana: mucha ensalada, filetes, pescados. La preparación tiene menos condimentos”, asegura Mariela Castillo, quiteña que vive en Madrid, hace nueve años. Castillo ha perdido destrezas en la elaboración de platos nacionales. “Es algo que se olvida, pero cuando necesito llamo por teléfono a mi madre a Ecuador”. La ventaja, relata, es que con tantos locales de productos ecuatorianos en Madrid, ya se puede preparar “de todo”.
El camino es de doble vía: miles de extranjeros que viven en España adaptan paulatinamente sus gustos, costumbres y horarios a las exigencias de la mesa española.
4 519 554 extranjeros residen en la Península, según el último censo del 2007. Esto representa un 9,1% de la población total. La
mayoría proviene de América Central, América del Sur, África y la antigua Europa del Este.
Los ecuatorianos, solo en Madrid, suman 155 000. En España hay 415 328 compatriotas que residen de forma legal.
La transformación de los hábitos alimentarios de estas personas, tras los años de vida en un país distinto, ha sido tema de estudio en la Península. Hace menos de un mes vio la luz la última investigación, llevada a cabo por Nielsen y difundida por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación español. A través de 723 entrevistas a inmigrantes de colectivos de América Central y del Sur, África, Europa y Asia, se indagaron en aspectos como: el número de comidas establecidas, el horario, los ingredientes, la forma de preparación, las marcas preferidas a la hora de comprar alimentos y, sobre todo, la transformación de las costumbres alimenticias.
Para la investigación, los colectivos de América Central y del Sur fueron agrupados en uno solo y representaron el 28% de la muestra, con Ecuador a la cabeza (10%).
Los cambios en los horarios y la importancia que se da a cada comida del día, el reemplazo de ciertos alimentos, son algunas de las revelaciones del estudio. Un denominador común entre los extranjeros que viven en España fue que el desayuno perdió importancia como principal comida del día.
El contenido también varió para muchos: la leche, el café o las infusiones, acompañados con bollería o pan, reemplazaron, al menos en el caso de los ecuatorianos, al huevo, el jugo de fruta natural o incluso comidas más sustanciosas, a primera hora. Bélgica Rosales, guayaquileña, de 35 años, con 14 de vida en Madrid, se ha olvidado ya del “café, con pan, huevo, bolón o plátano” y los ha reemplazado por los cereales, la leche desnatada y el café con leche. “Ya no se come tampoco el ‘calentado’ de arroz con menestra o carne”.
Los hábitos de los inmigrantes, en relación al almuerzo, también ha cambiado. En días laborables, la mayoría de españoles –y ahora sus nuevos vecinos- no come antes de las 14:00. Excepto los inmigrantes asiáticos que almuerzan antes de las 13:00, el resto (hasta en un 41%, según el estudio), almuerza a las 14:00 y las 15:00.
“Esto tiene que ver también con las jornadas de trabajo”, dice la chef ecuatoriana alemana Steffi Kustermann. “Muchos ya no comen como allá: primero sopa, segundo arroz con carne y ensalada, postre, jugo o cola. Aquí la comida varía según la estación y se come primero algo ligero, como una ensalada y luego la carne sola o acompañada con papas”.
También, el número de comidas varía: a los desayunos, almuerzos y cenas “se suman las meriendas, aperitivos o bocadillos (sándwichs) a media mañana o media tarde”, explica Kustermann.
La tortilla de patatas, el aceite de oliva, las ensaladas… son los invitados frecuentes en las mesas de los ecuatorianos que viven en España. Pero el pan es, quizás, el complemento más popular en la Península y, poco a poco, también entre los inmigrantes. Las barras de baguette o de ‘chapata’ se venden en todas partes y nunca faltan en las casas y restaurantes.
Según la investigación, la gente proveniente de América Central y del Sur consume pan en un 85% respecto a sus hábitos anteriores.
“La comida es más liviana: mucha ensalada, filetes, pescados. La preparación tiene menos condimentos”, asegura Mariela Castillo, quiteña que vive en Madrid, hace nueve años. Castillo ha perdido destrezas en la elaboración de platos nacionales. “Es algo que se olvida, pero cuando necesito llamo por teléfono a mi madre a Ecuador”. La ventaja, relata, es que con tantos locales de productos ecuatorianos en Madrid, ya se puede preparar “de todo”.
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